A las 20h y con puntualidad británica, la cadena pública France 2 emitía, tras una especie de cuenta atrás a la americana, la fotografía del ganador Nicolas Sarkozy. Ségolène Royal aparecía minutos después, sonriente, para felicitar al futuro sexto presidente de la que seguirá siendo la Vª República. Y como ya hiciera, consciente o inconscientemente, durante el cara a cara televisado del pasado 2 de mayo, Royal pronunciaba un discurso propio de jefe de la oposición. La izquierda socialista respira aliviada porque estas elecciones presidenciales no han producido otro 21 de abril 2002. Con la cabeza puesta ya en las legislativas de junio y en la renovación interna.
Mientras, en Place de la Concorde, el hombre de la ruptura celebraba junto a 30.000 personas y viejas glorias como Johnhy Hallyday o Mireille Mathieu la victoria. Nicolas Sarkozy ya había anunciado que de salir vencedor “desaparecería” unos días para “recular y tomar consciencia” de lo que se le viene encima: cambiar de arriba abajo a un país. Ni más ni menos. Hacer que Francia vuelva a creer en sí misma. Así se lo hicieron saber ayer sus compatriotas a golpe de marsellesa y así se ha comprometido Sarkozy: “rehabilitar el trabajo, la autoridad, la moral, el respeto y el mérito.”
Pero ante todo y por encima de todo quedan los franceses y las francesas. Francia respondió a la política porque la política les tomó en serio. Y la participación electoral alcanzó de nuevo el 84%. Francia puede estar a orgullosa de sí misma.
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PS: ¿¡Y qué decir de la portada de El Periodico!?
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