
La ducha de las mañanas. Ahora casi siempre las acompaño de la radio. No de música sino de información y ánalisis de primera hora. Dura y pura. Pero como estoy un poco sorda (aunque ese doctor dijera que es falta de atención) tengo que subir "ligeramente" el volumen y eso me da mucho apuro. Pensar que Rajoy o una bomba en Irak o una nueva especie en extinción o una avería en Cercanías puedan despertar a algún vecino. Que bastantes malos rollos hay ya en la comunidad para que llegue yo con el cuento de los nuevos hábitos... Y aunque me gusta, sospecho que el nuevo no se extenderá más allá de los limitados confines de mi cuarto de baño. Es que a la que te descuidas dejas de prestar atención. ¡Qué mala educación! (risas)
La radio siempre ha tenido algo de seductora. Algo de darle a la imaginación y cruzar caras con voces. A cuenta, riesgo y gozo del oyente. Un pasatiempo más. Es una lástima que ahora nos muestren también la carne y huesos de ese particular star-system. El marketing da asco. Lo joroba todo. Hasta el placer íntimo de soñar.
Un día de estos voy a empezar otro nuevo hábito... No tener hábitos.